MISIÓN VERDAD, EL 23 DE JUNIO, LE PUBLICABA A JOSÉ ROBERTO DUQUE
SU CRONICÓN (CUATRO DÍAS DESPUÉS AMBOS RECIBIRÍAN EL PREMIO NACIONAL DE
PERIODISMO) EN EL QUE ESCRIBIÓ: “ESE PUEBLO Y ESE PAÍS ENTRA EN ESTOS
DÍAS AL PANTEÓN NACIONAL, HASTA AHORA DEPÓSITO DE BURGUESES,
ARISTÓCRATAS Y ENGREÍDOS GOBERNANTES COMEMIERDAS: EL NEGRO PRIMERO ES LA
ENCARNACIÓN DEL PAÍS MARGINAL Y ADOLORIDO QUE LES ESTÁ INVADIENDO LOS
PALACIOS Y TEMPLOS A QUIENES SE SINTIERON POR SIGLOS LOS DUEÑOS DE
VENEZUELA”
24 de junio de 1821. Pedro Camejo tenía 31 años. Ubíquese 194 años
más tarde. Lloviznó casi hasta las 11 de la mañana. Después de esa hora,
un sol sabroso. Hay ambiente de rumba. Hugo Chávez dijo que en una
despedida se puede hablar con la muerte, con la eternidad, con la
gloria.
“Compro oro, oro, oro”. Y dólares, euros. el lugar: entre Las Monjas y
Padre Sierra, justo en el ala norte de la Asamblea, frente a donde está
el Salón Elíptico (que es el que está debajo de esa cúpula que está
debajo de la bandera. Esa cúpula, por dentro, es la que tiene el cuadro
de la Batalla de Carabobo, de Martín Tovar y Tovar). Ese día, la gente,
al entrar a homenajear al simbolismo que se une en la tierra de Payara,
en la del Campo de Carabobo y en el puñal que usó Pedro Camejo, tomaba
fotos y videos con sus celulares, lo que hace concluir, sin discusión,
que ese salón debería estar más tiempo abierto. Bueno, ahí, cerca de los
compradores de oro, hay una media docena de caballos. Los caballos,
como es bien sabido, no tienen miramientos a la hora de hacer sus
necesidades. En consecuencia, el olor a caballo, a monte, a mierda de
caballo, a sol, sudor, lluvia, está en los pulmones.
Todo es un charquero. Todo el mundo tiene los zapatos tierrúos aquí.
Es coherente con el simbolismo de meter un tierrúo como cualquiera de
nosotros al Panteón Nacional. Como dijo el presidente Maduro: “De
esclavo a libertador”.
Poco antes de las 12, suena por primera vez el Himno Nacional, interpretado en vivo, tal vez con demasiada solemnidad.
Después, un grupo de tambores arranca a tocar. Seguimos en el Salón
Elíptico. Fue el “hermanito mayor” de Diosdado Cabello (¿quién más?) el
encargado de hablar. Afuera, el sonido fue tan malo que fue imposible
escucharle bien. El discurso de Aristóbulo está completico en la página
web de la Asamblea Nacional. El cielo se nubla. Del Instituto Autónomo
Consejo Nacional de Protección de Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes se vinieron dos negros. “Vinimos a apoyar un hecho más que
histórico, reivindicativo de toda nuestra raza negra en Venezuela.
Mientras en el mundo desarrollado matan a los negros y no tienen
derechos humanos, aquí los reivindicamos llevando al primer negro al
Panteón. Obama es negro por fuera, y la negrura es por dentro y por
fuera. El que es negro se siente orgulloso de tener la nariz chata,
orgulloso de tener el pelo malo, orgulloso de ser negro”.
Diosdado dice que ningún diputado de oposición fue a rendirle honores
a Negro Primero. “Si fuese un pelucón, burgués, estuviese toda la
oposición venezolana. Pero como Pedro Camejo representa a nuestro
pueblo, no les importa absolutamente nada”.
La teniente Castro Herrera, una morena seria, recibe de manos del
presidente de la Asamblea los restos simbólicos del Negro. “¡Pedrito,
Pedrito!”, corea la gente. A la 1 en punto de esa tarde empieza la
rumba, la caminata. Y arrancó la lluvia también.
Puente Llaguno
Un Tiuna es el vehículo blindado en que va el negro. Policías,
civiles y militares toman fotos. La gente está contenta, se saluda, a
nadie le importa mojarse. Desde la esquina de Pedrera vemos Puente
Llaguno como el refugio natural. Pedrera, Muñoz. A la 1:27 empieza a
llover durísimo. Estamos en la esquina de Piñango. Empapada, la negra
directora nacional de los Pueblos Agrarios Campesinos Afrodescendientes
de Venezuela me habla sin dejar de caminar: “Estoy contenta y agradecida
a Dios, a Bolívar, a Pedro Camejo por defender la patria. Gracias a
Chávez, que se fue pero nos dejó una patria libre. ¡Mira esta lluvia! Es
una bendición”.
Reposo en Puente Llaguno. Desde allí otra lluvia de papelitos
multicolores. De Cuartel Viejo a Llaguno el río bajaba y a nadie le
importaba. Bajo una gran bandera venezolana sonaban otros tambores. Por
alguna razón el camión de sonido puso a Alí Primera con “Tin Marín”. Con
Alí marchamos.
Los pata-en-el-suelo
Literalmente. Viejos y niñitos. Uno me preguntó: “¿Esa es la espada
que usó de verdad?”. Al lado del Mausoleo estaba el pasillo de honor. Un
caballo blanco resbaló y, al caer, una correa de la silla quedó
atrapada entre su peso y el suelo, impidiéndole levantarse. Dos soldados
acudieron presurosos, le quitaron la silla y el caballo se levantó y se
fue caminando tranquilo. Dentro del Panteón sonó el Himno Nacional por
segunda vez, tal vez con demasiada solemnidad.
Cesó la lluvia. “¡Fuera la homofobia, de la Revolución!”. La consigna
fue gritada fuerte por pocas voces. “Es una falta de respeto”, comentó
una señora. Dos tipos, de esos que cualquiera pudiese calificar como
afrodescendientes, frentearon con esa consigna y con dignidad el
intento, por parte de algún funcionario de seguridad, de quitarles su
bandera gay.
Después empezó el acto por el aniversario del Ejército. Por tercera
vez el Himno Nacional sonó ese día, con sabrosura; este sí, cantado por
el Comandante. Luego de eso, no quedó más remedio que ir a por una sopa
caliente. Parafraseando a Pibo Márquez:
“No se puede aceptar que alguien quiera más a una negra que a la
cotiza que lleva en el pie. O que se siga bailando tambor como si se
tuviesen grilletes”.
El Panteón está abierto.
POR GUSTAVO MÉRIDA
@GUSMERIDA1
FOTOGRAFÍAS MILÁNGELA GALEA
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