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La negritud también va por dentro

Written By Unknown on lunes, 6 de julio de 2015 | 8:55

MISIÓN VERDAD, EL 23 DE JUNIO, LE PUBLICABA A JOSÉ ROBERTO DUQUE SU CRONICÓN (CUATRO DÍAS DESPUÉS AMBOS RECIBIRÍAN EL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO) EN EL QUE ESCRIBIÓ: “ESE PUEBLO Y ESE PAÍS ENTRA EN ESTOS DÍAS AL PANTEÓN NACIONAL, HASTA AHORA DEPÓSITO DE BURGUESES, ARISTÓCRATAS Y ENGREÍDOS GOBERNANTES COMEMIERDAS: EL NEGRO PRIMERO ES LA ENCARNACIÓN DEL PAÍS MARGINAL Y ADOLORIDO QUE LES ESTÁ INVADIENDO LOS PALACIOS Y TEMPLOS A QUIENES SE SINTIERON POR SIGLOS LOS DUEÑOS DE VENEZUELA” 

24 de junio de 1821. Pedro Camejo tenía 31 años. Ubíquese 194 años más tarde. Lloviznó casi hasta las 11 de la mañana. Después de esa hora, un sol sabroso. Hay ambiente de rumba. Hugo Chávez dijo que en una despedida se puede hablar con la muerte, con la eternidad, con la gloria.
“Compro oro, oro, oro”. Y dólares, euros. el lugar: entre Las Monjas y Padre Sierra, justo en el ala norte de la Asamblea, frente a donde está el Salón Elíptico (que es el que está debajo de esa cúpula que está debajo de la bandera. Esa cúpula, por dentro, es la que tiene el cuadro de la Batalla de Carabobo, de Martín Tovar y Tovar). Ese día, la gente, al entrar a homenajear al simbolismo que se une en la tierra de Payara, en la del Campo de Carabobo y en el puñal que usó Pedro Camejo, tomaba fotos y videos con sus celulares, lo que hace concluir, sin discusión, que ese salón debería estar más tiempo abierto. Bueno, ahí, cerca de los compradores de oro, hay una media docena de caballos. Los caballos, como es bien sabido, no tienen miramientos a la hora de hacer sus necesidades. En consecuencia, el olor a caballo, a monte, a mierda de caballo, a sol, sudor, lluvia, está en los pulmones. 

Todo es un charquero. Todo el mundo tiene los zapatos tierrúos aquí. Es coherente con el simbolismo de meter un tierrúo como cualquiera de nosotros al Panteón Nacional. Como dijo el presidente Maduro: “De esclavo a libertador”.
Poco antes de las 12, suena por primera vez el Himno Nacional, interpretado en vivo, tal vez con demasiada solemnidad.
Después, un grupo de tambores arranca a tocar. Seguimos en el Salón Elíptico. Fue el “hermanito mayor” de Diosdado Cabello (¿quién más?) el encargado de hablar. Afuera, el sonido fue tan malo que fue imposible escucharle bien. El discurso de Aristóbulo está completico en la página web de la Asamblea Nacional. El cielo se nubla. Del Instituto Autónomo Consejo Nacional de Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes se vinieron dos negros. “Vinimos a apoyar un hecho más que histórico, reivindicativo de toda nuestra raza negra en Venezuela. Mientras en el mundo desarrollado matan a los negros y no tienen derechos humanos, aquí los reivindicamos llevando al primer negro al Panteón. Obama es negro por fuera, y la negrura es por dentro y por fuera. El que es negro se siente orgulloso de tener la nariz chata, orgulloso de tener el pelo malo, orgulloso de ser negro”.
Diosdado dice que ningún diputado de oposición fue a rendirle honores a Negro Primero. “Si fuese un pelucón, burgués, estuviese toda la oposición venezolana. Pero como Pedro Camejo representa a nuestro pueblo, no les importa absolutamente nada”.
La teniente Castro Herrera, una morena seria, recibe de manos del presidente de la Asamblea los restos simbólicos del Negro. “¡Pedrito, Pedrito!”, corea la gente. A la 1 en punto de esa tarde empieza la rumba, la caminata. Y arrancó la lluvia también.

Puente Llaguno
Un Tiuna es el vehículo blindado en que va el negro. Policías, civiles y militares toman fotos. La gente está contenta, se saluda, a nadie le importa mojarse. Desde la esquina de Pedrera vemos Puente Llaguno como el refugio natural. Pedrera, Muñoz. A la 1:27 empieza a llover durísimo. Estamos en la esquina de Piñango. Empapada, la negra directora nacional de los Pueblos Agrarios Campesinos Afrodescendientes de Venezuela me habla sin dejar de caminar: “Estoy contenta y agradecida a Dios, a Bolívar, a Pedro Camejo por defender la patria. Gracias a Chávez, que se fue pero nos dejó una patria libre. ¡Mira esta lluvia! Es una bendición”.
Reposo en Puente Llaguno. Desde allí otra lluvia de papelitos multicolores. De Cuartel Viejo a Llaguno el río bajaba y a nadie le importaba. Bajo una gran bandera venezolana sonaban otros tambores. Por alguna razón el camión de sonido puso a Alí Primera con “Tin Marín”. Con Alí marchamos.

Los pata-en-el-suelo
Literalmente. Viejos y niñitos. Uno me preguntó: “¿Esa es la espada que usó de verdad?”. Al lado del Mausoleo estaba el pasillo de honor. Un caballo blanco resbaló y, al caer, una correa de la silla quedó atrapada entre su peso y el suelo, impidiéndole levantarse. Dos soldados acudieron presurosos, le quitaron la silla y el caballo se levantó y se fue caminando tranquilo. Dentro del Panteón sonó el Himno Nacional por segunda vez, tal vez con demasiada solemnidad.
Cesó la lluvia. “¡Fuera la homofobia, de la Revolución!”. La consigna fue gritada fuerte por pocas voces. “Es una falta de respeto”, comentó una señora. Dos tipos, de esos que cualquiera pudiese calificar como afrodescendientes, frentearon con esa consigna y con dignidad el intento, por parte de algún funcionario de seguridad, de quitarles su bandera gay.
Después empezó el acto por el aniversario del Ejército. Por tercera vez el Himno Nacional sonó ese día, con sabrosura; este sí, cantado por el Comandante. Luego de eso, no quedó más remedio que ir a por una sopa caliente. Parafraseando a Pibo Márquez:
“No se puede aceptar que alguien quiera más a una negra que a la cotiza que lleva en el pie. O que se siga bailando tambor como si se tuviesen grilletes”.
El Panteón está abierto.

POR GUSTAVO MÉRIDA
@GUSMERIDA1
FOTOGRAFÍAS MILÁNGELA GALEA

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